miércoles, 17 de marzo de 2010

Conocer el precio final de un vuelo, una tarea difícil



Tal y como ya había comentado en los artículos de semanas anteriores conocer el precio final de un vuelo es una tarea cada vez más difícil.

En realidad, el objetivo de las aerolíneas es que el precio real sea completamente desconocido para el pasajero, y que éste sólo conozca y asimile el precio publicado por la aerolínea, mucho más barato, naturalmente, que el precio que al final tendrá que pagar en la gran mayoría de los casos.

El desglose de tarifas es una herramienta formidable para ocultar y difuminar el precio real del vuelo, ahora que las compañías aéreas cobran recargos por toda una larga serie de conceptos en los que el pasajero ignora muchas veces si incurrirá en ellos o no.

Para complicar más este panorama, ya de suyo bastante enmarañado, cada aerolínea cobra diferentes recargos por los mismos conceptos, a los que también cada una aplica sus propias reglas.

Así, en lo que al equipaje se refiere, sólo hay unanimidad en que todas las aerolíneas cobran por facturarlo, aunque cada una con normas distintas.

Unas compañías cobran por maleta facturada, en otras, la primera no implica recargo y sólo se paga por el segundo bulto facturado, mientras que algunas cobran por el exceso de peso.

Por ejemplo, Spanair comenzó a primeros de año a cobrar por bultos en lugar de por peso, si no se excede del máximo que tiene establecido en 20 kilogramos.

Si el pasajero excede de este peso, entra en acción un «subdesglose» de tarifas y así, hasta un máximo de 15 kilogramos, se pagará un recargo de 25 euros si se gestiona por Internet, 50 euros si se hace por teléfono y 70 euros si se efectúa en el mostrador del aeropuerto.

Ryanair tiene un sistema de desglose de similar complejidad, aunque ésta cobra también por el primer bulto facturado, con un máximo por bulto de 15 kilogramos.

Viajando con una sola aerolínea, y considerando sólo el apartado de equipajes, el pasajero medio tendrá ya cierta dificultad para conocer de antemano en cuánto recargo incurrirá, así que si finalmente tiene que usar en su viaje dos aerolíneas tendrá que regirse por la de condiciones más restrictivas, o pagar recargos en una de ellas.

Al final, como es lógico, los pasajeros incurren en recargos por uno u otro concepto, que es en definitiva el objetivo de las aerolíneas con la ocultación del precio final mediante el sistema del desglose de la tarifa.

Y es que no hay que olvidar que con esos ingresos adicionales obtienen los beneficios que les permiten equilibrar sus cuentas en mayor o menor medida.

Para las compañías aéreas los clientes que incurren en recargos son los buenos clientes, por lo que ya preparan el sistema de tarifas para que una gran parte de ellos tengan que incurrir en algún tipo de pago extra.

Eso sí, de este modo pueden anunciar precios de vuelos baratos increíblemente bajos, para que el pasajero pueda pensar que puede volar por poco dinero, aunque luego la realidad sea diferente.

Las autoridades en materia de navegación aérea deberían tomar cartas en el asunto y terminar de una vez por todas con los precios engañosos, elaborando normas claras para que el pasajero sepa de antemano cuanto le va a costar su vuelo sin tener que leer la letra pequeña de las condiciones del contrato y analizar infinidad de conceptos y «subconceptos».

Las compañías aéreas tienen derecho a ganar dinero, como empresas que son, y además es deseable que así sea para beneficio del sector, pero nunca a costa de tratar de confundir a los pasajeros: sus propios clientes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Destinos: