sábado, 31 de julio de 2010

Cuidar la salud durante el vuelo



En estas latitudes el verano es sinónimo de vacaciones y muchos veraneantes hacen uso del avión para desplazarse a su lugar de descanso o regresar a casa, tras haber disfrutado de sus vacaciones.

En vuelo largos, como es el caso de los intercontinentales, conviene tener en cuenta algunas recomendaciones con objeto de cuidar nuestra salud durante estos desplazamientos, que pueden suponer ocho horas o más de permanencia en la aeronave.

En general, los viajes largos en avión suelen producir diversas molestias a los pasajeros, principalmente derivadas de la inmovilidad a la que nos vemos sometidos al permanecer sentados en un asiento de reducidas dimensiones.

Muchas de estas molestias se conocen como el síndrome de la clase turista, en alusión al reducido espacio para moverse de que se dispone en dicha clase, en contraposición a la primera clase o business, que está dotada de amplias butacas y espacio adicional para moverse y mantener mejores posturas de descanso.

El cuello y la espalda es una de las partes más afectadas por la inmovilidad postural, aunque también hay pasajeros a quienes la baja humedad relativa del aire de las cabinas hace que sufran molestias en la garganta o en los ojos, considerando también que algunos se ven afectados en sus oídos por los cambios de presión que se producen en las maniobras de aterrizaje y despegue, aunque estas molestias suelen ser temporales, sin excluir que en algunos casos se tornen dolorosas o sean persistentes.

¿Como evitar estos problemas?

En primer lugar hay que mantener la movilidad, levantándose del asiento cada hora, siempre que las condiciones del vuelo lo permitan, naturalmente.

Caminar por el pasillo o ir al baño aleja los posibles efectos que la inmovilidad puede ocasionarnos.

Además, durante el vuelo conviene estar bien hidratados, por lo que beber agua con frecuencia es la mejor solución, aunque también podemos tomar alguna infusión o refrescos, siempre que no se trate de alcohol, café o té, bebidas que no son convenientes para ingerir a bordo.

Durante el tiempo que se permanezca sentado en el asiento es conveniente mover las piernas y cambiar de postura con frecuencia para facilitar la circulación de la sangre y evitar la formación de trombos que podría llegar a ocurrir si permanecemos inmóviles durante largas horas.

De todos modos, no hay que sentir preocupación: la posibilidad de sufrir un accidente vascular como consecuencia de un trombo son bastantes pequeñas, y generalmente se producen en personas con enfermedades o trastornos de la coagulación de la sangre o que hayan sido operadas recientemente aunque, como siempre, la prevención es la mejor manera de cuidar nuestra salud.

Algunos medicamentos pueden aumentar estos riesgos de coagulación de la sangre, como es el caso de los anticonceptivos en las mujeres, por eso si se padece o está en tratamiento de alguna enfermedad relacionada, es conveniente consultar con el médico antes de iniciar el viaje; en el resto de casos evitar la inmovilidad durante el vuelo es suficiente para cuidar adecuadamente nuestra salud.

En viajes largos los cambios de horario también suelen provocar trastornos hasta que nos hayamos habituado al nuevo horario, cosa que suele ocurrir en unos días.

Es lo que se conoce como el “jet lag”, y la adaptación será más lenta cuantas más horas haya de diferencia entre nuestro horario habitual y el que existe en el destino.

Este desajuste horario suele causar problemas de insomnio, somnolencia, cansancio y malestar general, aunque estas molestias irán remitiendo en los primeros días de estancia en nuestro destino.

Es recomendable seguir una dieta con abundantes frutas y verduras, prescindiendo de las comidas con grasas y del café.

Además, en los días anteriores al vuelo podemos ir adaptando nuestros hábitos al nuevo horario, desplazando las comidas, las tomas de medicamentos y los horarios del descanso en el sentido adecuado.

De esta forma, cuando lleguemos al destino ya estaremos acostumbrados parcial o totalmente al nuevo horario, no sintiendo en gran medida los efectos del “jet lag”.

Si eres una mujer y estás embarazada también puedes viajar en avión, ya que no existen estudios documentados que desaconsejen estos viajes, aunque los ginecólogos suelen desaconsejar hacerlo en las últimas semanas por razones de comodidad y seguridad para la mujer ante posibles imprevistos.

Los viajes largos en avión pueden suponer una incomodidad si su duración supera las ocho o diez horas, pero en absoluto son un riesgo para la salud, aunque siempre debemos desarrollar comportamientos saludables, como es en este caso evitar las largas horas de inmovilidad, que que no son saludables en ningún caso, tanto si se viaja en avión como si hace en otro medio de transporte, como el autobús o el automóvil particular.

Eso sí, durante el tiempo que permanezcamos en el asiento deberemos tener colocado el cinturón de seguridad, ya que ésta es una medida para evitar pequeños accidentes en caso de entrar en una turbulencia; recordemos como hace pocos días varias personas resultaron heridas de diversa consideración cuando el avión se vio envuelto en una turbulencia y los pasajeros que no tenían colocado su cinturón de seguridad se vieron eyectados hacia el techo de la nave, resultando con contusiones en la cabeza o en otras partes del cuerpo.

Observar las normas que la azafata nos recuerda al comienzo de nuestro vuelo es también una forma de cuidar de nuestro bienestar.

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