miércoles, 8 de septiembre de 2010

Los cargos ocultos de los vuelos baratos



Decían en mi pueblo a propósito de los vendedores que se acercaban a ofrecer sus mercancías cacareando las grandes virtudes de los géneros presentados y los bajos precios de los mismos, que no había que fiarse mucho de la palabrería del vendedor, siendo necesario examinar con cuidado la calidad de los productos, ya que una cosa es predicar y otra, muy diferente, dar trigo.

Esto mismo, puede aplicarse a los precios anunciados de los vuelos baratos por las compañías de bajo costo, e incluso por algunas de las tradicionales, que visto el buen resultado económico que los ingresos auxiliares están produciendo en las aerolíneas “low cost”, no quieren, obviamente, dejar de percibir estos ingresos y se apuntan también a un desglose de tarifas, que en principio empezó con el recargo por facturar la segunda maleta y ya abarca varios conceptos, como quien no quiere la cosa.

Como ya dije hace tiempo cuando el desglose de tarifas empezó a ser adoptado por algunas aerolíneas como medio subsidiario de hacer caja, incrementando el precio de los billetes de forma subrepticia y casi imperceptible por el viajero, este procedimiento tendería a generalizarse y explotarse, diversificándose en una enorme cantidad de conceptos desglosados de la tarifa principal y de carácter supuestamente opcional, pero en los que las aerolíneas ya han calculado que incurrirán una gran parte de los pasajeros.

Así, la tarifa de los vuelos pierde todo sentido orientativo sobre el precio que los pasajeros tendrán que pagar por ser transportados a su lugar de destino, ya que puede ser tan barata como se quiera, en función del número de recargos “ocultos” que hayamos conseguido tipificar, de manera que fácilmente la tarifa para volar de Madrid a Nueva York puede ser, por ejemplo, de 300 euros, lo cual quizá le parecerá un buen precio, pero tras añadirle todos los cargos “ocultos” en que normalmente se incurrirá, su precio final puede llegar a los 600 euros, lo cual ya no es precisamente una ganga, al menos en fechas de escasa demanda.

En Estados Unidos esta situación empieza a ser preocupante, y muchos estadounidenses se quejan de los cargos que tienen que pagar por conceptos nimios que habían pensado que estaban incluidos en la tarifa del vuelo, encontrándose con la desagradable sorpresa de nuevos desembolos en el momento de abordar el mismo.

Piense que ahora hay cargos adicionales para casi todo: por reservar por teléfono, por pagar con tarjeta de crédito, por facturar un equipaje, por reservar un asiento, por asientos situados en las primeras filas, por abordar primero, por butacas con respaldo reclinable, por las almohadas y las mantas que se distribuyen a bordo, etc.

Pero lo más alarmante es que una nueva batería de recargos se está preparando en estos momentos, ya que la idea es que cualquier cosa que pueda ser percibida como una ventaja o comodidad por parte del pasajero es susceptible de ser comercializada, dando lugar a un nuevo recargo.

En el país norteamericano, algunas asociaciones de consumidores y de agencias de viajes ya han comenzado a preocuparse por el tema, e instan a las autoridades a que lo regulen haciendo que los precios presentados por la aerolíneas sean los finales, con la mayoría de los recargos incluidos o, al menos, especificados de forma clara en sus sitios web, para que el consumidor pueda optar por comprar su billete donde consiga un mejor precio del mismo.

El Departamento de Transporte de Estados Unidos se ha puesto a estudiar este problema que cada vez se desarrolla con mayor velocidad, tal y como era lógico suponer.

Pero aparte de que el desglose de tarifas es un problema y una dificultad para que el pasajero pueda conocer cuanto le costará su vuelo, otro problema aún mayor es que las compañías no suelen mostrar claramente estos cargos auxiliares durante el proceso de reserva del vuelo, sino que están indicados en apartados poco visibles o incluidos dentro de la letra pequeña del contrato de transporte.

A veces, el precio final, sólo se muestra al finalizar la compra, lo cual podría ser considerado como el colmo, ya que para saber cuánto le costará a usted su vuelo en total tendría que pagarlo primero... ¡ver para creer!

Ahora mismo, para conocer el precio final de los vuelos en algunos vendedores es necesario introducir primero los datos del pasajero, dirección, teléfonos de contacto, email, etc. como si los cargos por gestión, pago con tarjeta de crédito y demás, dependieran de que me llame Pepe o Juan, o viva en Madrid o en Colmenarejo del Monte.

Toda esta problemática surge de la obsesión de las aerolíneas por aparentar que sus vuelos son baratos o muy baratos, cuando en muchas ocasiones no lo son, y también de la necesidad de maximizar los rendimientos económicos derivados de los cargos auxiliares.

Se dan casos en los que el precio de un vuelo, después de haber pagado todos los gastos auxiliares, llega al doble de precio que si sólo se cobrase la tarifa y las tasas aeroportuarias.

A pesar de estas quejas, que también se producen en España, donde el desglose de tarifas ya se aplica en cierta medida desde hace algún tiempo, mi impresión es que que los cargos auxiliares han llegado para quedarse definitivamente.

Revertir la situación sería, en mi opinión, prácticamente imposible, toda vez que el desglose de tarifas y los cargos opcionales son percibidos por el pasajero como una característica peculiar de los vuelos baratos, donde uno puede elegir y abonar aparte el servicio complementario que requiera, pagando menos si prescinde de las prestaciones opcionales.

Otra cosa es exigir que los cargos “ocultos” dejen de estarlo, y se puedan consultar fácilmente en los sitios web de los vendedores antes de iniciar el proceso de compra.

Quizá esto sí pueda conseguirse, aunque en la batalla entre los intereses de las aerolíneas y los de sus clientes, éstos se encuentran en clara desventaja.

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