jueves, 10 de febrero de 2011

La letra pequeña de los vuelos baratos



Como usted recordará, ya que lo he comentado en numerosas ocasiones, estamos inmersos en la moda de los recargos, cantidades suplementarias que las aerolíneas aplican para comercializar todo tipo de servicios auxiliares, desde el equipaje al uso incluso de mantas y almohadillas.

Desglosando la tarifa del vuelo en diversos conceptos o servicios llamados opcionales, antiguamente incluidos en la tarifa, han conseguido la apariencia de unos vuelos baratos, que en realidad no lo son tanto para una mayoría de usuarios, sino sólo para unos pocos que por las razones que sea no ocupan ningún servicio auxiliar.

Muchas aerolíneas, no sólo en España, sino en Estados Unidos y otros países, aplican ya recargos a la mayoría de conceptos que ahora han tomado ya la condición de opcionales.

Ryanair, ha sido una de estas aerolíneas que más han potenciado y rentabilizado los servicios auxiliares, aunque ello a costa a veces de graves contratiempos, no solo en los tribunales de justicia que le han calificado como abusivas algunas cláusulas que aplica a su contrato de transporte, sino también en confrontaciones y percances con los propios usuarios.

Uno de los casos más notables ha sido el producido hace unos días con unos estudiantes belgas que en número de aproximadamente un centenar fueron expulsados de un avión de la compañía después de que se solidarizaran con un compañero suyo que se negó a pagar el exceso de equipaje que transportaba.

En mi opinión, no me parece mal que algunos servicios, que no son considerados esenciales, sean desgajados del precio de la tarifa y se ofrezcan, previo pago correspondiente, a los usuarios que los estimen, valoren y estén dispuestos a pagar por los mismos.

Pero, llevar esta política hasta extremos dramáticos, como es el caso de algunas compañías aéreas de vuelos baratos, no me parece que al final sea beneficioso ni para las compañías ni para los pasajeros.

Claro está que, aparentemente, esto tiene dos ventajas esenciales para las aerolíneas de bajo costo que aplican estas políticas: una sería el incremento de la facturación por estos conceptos, ya que contra más extensos y rigurosos sean, menos pasajeros podrán adaptarse a ellos y una mayoría pasará por la caja del recargo, y otra es que de esta manera las aerolíneas que practican el sistema adquieren cada vez mayor reputación de ser compañías de vuelos muy baratos, incluso sin serlo realmente.

Esto es debido a que la mayoría de las personas relacionamos la falta de servicios (e incluso de atención al pasajero) como una consecuencia del bajo precio cobrado, al reflexionar que obviamente, al cobrar tan barato el vuelo no es posible en buena lógica obtener un esmerado servicio.

Finalmente, la realidad es que de los pasajeros que vuelan con este tipo de compañías, hay unos pocos que salen beneficiados de una excelente relación calidad-precio por su vuelo y una mayoría que sale perjudicado al pagar un precio relativamente elevado en relación a la calidad que va a recibir.

Los gobiernos tratan de establecer normas para que los pasajeros, clientes de estas aerolíneas, no resulten perjudicados; los tribunales, como se ha demostrado, estiman generalmente como abusivas algunas de las cláusulas contractuales aplicadas a los contratos de transporte, y las asociaciones defensoras de los consumidores suman denuncias ante la administración y ante los tribunales para erradicar los supuestos abusos.

Las compañías actúan así porque esto aumenta su facturación, al incurrir un gran número de sus clientes en el uso de los servicios auxiliares, de tal forma que pueden mantener al mismo tiempo la apariencia de precios bajos y el incremento de sus ingresos.

Ahora bien, en las condiciones y cláusulas del contrato de transporte que el pasajero acepta cuando está reservando su vuelo por medio de la página web de la aerolínea correspondiente, aparecen casi sin excepción todos los detalles necesarios para saber si además de la tarifa del vuelo incurriremos en algún cargo adicional.

El problema suele venir cuando muchos compradores tenemos la mala costumbre de no leer la letra pequeña de las condiciones que aceptamos al reservar nuestro vuelo.

De ahí que luego surjan las diferencias y las sorpresas cuando al ir a embarcar vemos que no cumplimos con las normas aceptadas y tenemos que abonar un recargo, que a veces, curiosamente (o quizá no tanto), puede ser de un importe muy superior al precio del vuelo.

Por eso, en mi modo de pensar, no toda la culpa (aunque sí alguna) debe recaer en el lado de las aerolíneas, ya que no olvidemos que son empresas concebidas para ganar dinero, no entes caritativos para ayudar al pasajero a comprar vuelos baratos y evitarle incurrir en recargos.

Si usted va a volar con una de estas compañías aéreas, lea con atención las condiciones del contrato que establece con la aerolínea al reservar su vuelo.

Y trate de ver qué limitaciones acepta, en equipajes y otros conceptos, para saber si le conviene contratar con esa aerolínea o si mejor se pasa a la competencia.

Recuerde que al lado del botón marcado con la leyenda “Confirmar la compra” suele (y debe) haber otro que diga “Cancelar”.

Si no está seguro de si tendrá que pagar recargos al llegar al aeropuerto ni cual podrá ser el precio total de su vuelo, no dude en hacer “clic” en el segundo botón.

Para volar barato casi nunca hay una sola posibilidad: por experiencia le digo que en muchas ocasiones suele haber varias.

Explorando más de una antes de comprar, seguramente ahorrará dinero.

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