martes, 4 de octubre de 2011

Los vuelos baratos y los pasteles



En el mundo actual, interconectado, la necesidad de viajar se ha afianzado en el concepto cultural y comercial de los ciudadanos, ya sea por razones de turismo o de negocios: lo cierto es que viajar parece casi un bien de primera necesidad.

Sin embargo, el fantasma de la crisis económica, que afecta desde hace ya tres años a buena parte de la economía mundial, es un enemigo formidable que reduce el presupuesto que muchas personas están en disposición de dedicar a sus viajes, ante la evidencia de necesidades mucho más perentorias.

En España, la situación es aún más grave desde este punto de vista, con tasas de desempleo muy elevadas que ya superaron el 21 por ciento, lo que limita las posibilidades de muchos viajeros, que al no generar ingresos o hacerlo en escasa medida, sus opciones para viajar se ven muy mermadas.

Por otra parte, con un elevado precio de los combustibles, las aerolíneas suben sus tarifas progresivamente, y restan oferta para que los vuelos que queden activos mantengan los precios y el umbral de rentabilidad, al tiempo que disminuyen sus costes.

En este contexto, encontrar vuelos baratos resulta cada vez más difícil, y la presión que sufre el bolsillo de los viajeros es mayor, lo que induce a muchos de ellos a un estado de frustración.

No todos son perdedores en épocas de crisis severas donde muchas personas lo están pasando mal, antes al contrario, en este caso, por ejemplo, las aerolíneas de bajo costo es donde mayormente pueden desenvolverse con éxito y seguir obteniendo beneficios, como puede comprobarse, aunque esto también les resulte cada vez más difícil.

Estas aerolíneas de vuelos baratos han transportado en España más de 25 millones de pasajeros en los ocho primeros meses de este año, y han crecido un 14,4 por ciento en relación con este mismo periodo del año pasado, según los datos que ha dado a conocer el Instituto de Estudios Turísticos (IET), que depende del Ministerio de Industria, Turismo y Comercio español.

Ryanair, easyJet y Air Berlin han traído a España más de la mitad de los pasajeros que han llegado transportados en aerolíneas de bajo costo, y las dos primeras prosiguen su proceso de crecimiento, en tanto que la última ha reducido su oferta.

Los pasajeros, con recursos muy mermados por la crisis, demandan cada vez vuelos más baratos, viajan a lugares más cercanos y les preocupan mucho menos las incomodidades o limitaciones que suelen tener estos vuelos frente al concepto tradicional de los mismos, que incluye más atenciones y comodidades.

En las opiniones que los usuarios de nuestro sitio web marcan a diario se refleja este interés por los vuelos de menor precio, incluso en términos absolutos.

Así, por ejemplo, un vuelo de Madrid a París por 39 euros recibe mejor valoración de su precio que un vuelo a Nueva York por 349 euros, posiblemente porque muchos ven factible poder llevar a cabo el primer viaje, pero no el segundo, tanto por el precio del vuelo como por los gastos anejos derivados del mismo, y eso influye en su calificación del precio.

A pesar de que existen ofertas de vuelos a precios muy rebajados, tanto para viajar a países europeos como, por ejemplo, a Estados Unidos u otros lugares, lo cierto es que cada vez es más difícil encontrarlas, ya que actualmente se va incrementando más la cifra de vuelos a precios más caros.

Por eso, al menos en España y otros países de parecido contexto económico, la demanda de vuelos baratos servidos por compañías de bajo coste, seguirá, en mi opinión, en aumento.

Elementos como la comodidad del vuelo, la atención del personal de la aerolínea, la limpieza de la aeronave, y otros muchos de similar tenor, ya han pasado a segundo o tercer plano en el nivel de exigencias de muchos pasajeros.

Claro está que en las crisis hay muchas personas bien situadas económicamente a quienes la situación apenas afecta en sus manifestaciones prácticas, y para éstas las aerolíneas están tratando de mejorar sus servicios y atenciones, como forma de obtener rentabilidad extra del mercado de viajeros de negocios o turistas poco sensibles al precio.

Los que eran ricos antes de la crisis económica siguen siéndolo en parecida medida, pero las clases trabajadoras, que también necesitan viajar por razón de su profesión, para visitar a sus familiares o para pasar unos días de descanso, son simplemente más pobres y se inclinan por las compañías de bajo costo como la única opción disponible para poder seguir viajando.

Y es que ahora la brecha entre los ricos y resto de nosotros es mucho mayor que antes de la crisis, aunque quizá algunos políticos, por lo que veo, aún no se han dado cuenta.

Siguen en su empeño de inaugurar más y mejores aeropuertos, con elegantes estructuras y magníficas dotaciones, aunque estén desprovistos de vuelos ni se sepa cuando los tendrán, ya que desde su posición muelle y confortable no reconocen ni alcanzan a comprender las verdaderas necesidades de los ciudadanos de hoy.

Sin duda les pasa como a María Antonieta poco antes de perder –literalmente– la cabeza, a quien paseando por París le dijeron que sus vasallos estaban tristes porque no tenían pan: ¿no tienen pan?, dijo,  ¡pues que coman pasteles!

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