Mientras trabajo, aparecen en la pantalla de mi computadora mensajes de twitter con variopintos comentarios sobre la vida y milagros de los seguidores de mi cuenta en esta red social.
Cual chat o charla insustancial de café se van siguiendo los mensajes, pero en un momento dado una alerta de precios de un vuelo a Washington desde Nueva York llamó mi atención, ya que andaba buscando un vuelo para viajar desde Nueva York a ese destino la próxima semana.
Usted me perdonará, pero como no me siento hoy especialmente crítico no daré a conocer el nombre del buscador con el que pretendía comprobar el precio de este vuelo, buscador, por cierto, norteamericano y de reconocida solvencia en ese país, sobre el que tengo una buena opinión y que es utilizado, según él mismo dice, por millones de usuarios.
Es decir, que como del lance que le cuento no sale muy bien parado, pero entiendo que ello es una cuestión puntual, prefiero, como dice la gente de mi pueblo, contarle el pecado, pero sin descubrir al pecador.
El tweet que me llamó la atención rezaba: “RT @********** $99r/t Washington from New York down 22% http://bit.ly/******”, así que, dicho y hecho, entré en la dirección recomendada en el tweet.
Ya en el buscador, seleccioné la fecha de salida de Nueva York que me conviene, es decir el 31 de agosto: el próximo martes.
Tras una estancia de 7 días en Washington, veo que la fecha de regreso a Nueva York está marcada a un precio de 78 euros, el cual me parece un buen precio para un vuelo de poco más de una hora.
Ya seleccionado este vuelo, activo la búsqueda para obtener el listado de precios del propio buscador, apareciendo en la primera posición como vuelo más barato uno de JetBlue por nada menos que... ¡1.677 euros!
Pensando que puede ser un error, reactivo la misma búsqueda desde el punto anterior, con iguales resultados, incluso veo que tras las primeras posiciones de los vuelos más baratos aparecen otros de American Airlines por el “módico” precio de 2.911 euros.
Imagínese usted: 1.677 euros el más barato por menos de tres horas de vuelo en total, y encima en un vuelo con una escala en tan corto recorrido.
Con ese dinero puedo pagar seguramente dos vuelos directos de ida y vuelta de Madrid a Washington, y me quedará efectivo para comprar regalos en las tiendas del aeropuerto, ¡qué barbaridad!
A pesar de todo, selecciono este vuelo más barato y se me redirige al vendedor donde podré comprar el billete.
En los resultados del buscador del vendedor ya no aparece como vuelo de menor precio el de 1.677 euros, sino otro algo más barato por 1.355 euros de American Airlines, eso sí, haciendo una parada en Boston, que para colmo, que yo sepa, no queda precisamente de camino a Washington.
Como curiosidad, que no como voluntad de compra, sigo los pasos indicados por el buscador hasta el punto de confirmación de la compra, donde ya hay que facilitar el número de la tarjeta de crédito para que nos carguen el importe correspondiente.
Durante el proceso de la compra aparece una leyenda resaltada (supongo que para animarme a completarla) que dice que ya sólo quedan tres billetes para ese vuelo al “reducido” precio de 1.355 euros.
Para comprobar si sólo quedan tres billetes a este precio cambio los términos de la búsqueda en el sitio del vendedor, donde me encuentro, indicando que ahora reservaré cuatro billetes para adultos.
A pesar de que no quedaban más que tres billetes hace unos segundos y ahora voy a comprar cuatro, la leyenda resaltada vuelve a decirme: “Actúe rápido. Sólo quedan 5 billetes a este precio reducido”.
La historia empezó con un tweet que seriamente ofrecía volar de Nueva York a Washington por 78 euros y hubiera terminado con un cargo en mi tarjeta de crédito de 1.355 euros.
Si a usted le ha pasado algo parecido y desea contármelo, estaré encantado de conocer su historia para que la analicemos y podamos compartirla con los amigos que nos siguen.
Entretanto, por favor, tenga mucho cuidado cuando se disponga a examinar una oferta, ya que parece ser que no es oro todo lo que reluce.
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