sábado, 9 de octubre de 2010

Las cláusulas abusivas de los vuelos baratos



Cuando surgió el concepto de compañías aéreas de bajo costo, los pasajeros las asociaron también al concepto de vuelos baratos, ya que se interpretaba que que el menor precio de los vuelos era consecuencia de unos menores gastos operativos.

En aquel momento se estimaba que las compañías tradicionales tenía unos gastos operativos muy superiores, ya que sus estructuras estaban muchas veces sobredimensionadas, el personal cobraba elevados salarios, y se incluían en los servicios adicionales que ofrecían gran cantidad de atenciones al cliente, que muchas veces, rayaban en el despilfarro.

Así pues, los precios de los vuelos que estas compañías ofrecían tenían que ser caros por la propia naturaleza del producto, y de este modo eran percibidos por el consumidor.

Los vuelos baratos eran considerados el producto de las compañías también denominadas “low cost”, las cuales se suponía que tenían sus estructuras más ajustadas al servicio ofrecido, su personal ya no cobraba los elevados sueldos de las tradicionales, y además eliminaban algunos servicios que el vuelo solía incluir, como es el caso de servir gratuitamente comidas o aperitivos a bordo.

Con esta idea, los pasajeros, empujados por la crisis económica sufrida desde hace unos años, consideraron que este tipo de compañías eran una elección ideal para comprar vuelos baratos y seguir volando con un presupuesto ajustado a sus requerimientos económicos.

Cuando las aerolíneas de bajo costo se dieron cuenta de que esta preferencia del público les hacía ganar cuota de mercado a las tradicionales, pero que no obtenían los beneficios esperados, introdujeron el mecanismo del desglose de tarifa, haciendo que la mayoría de sus conceptos fueran opcionales, es decir, que no estuvieran comprendidos en el precio de la tarifa anunciado, sino que pudieran venderse aparte a requerimiento o no del comprador.

Esta idea no tendría nada de particular, y hasta resultaría beneficiosa para el consumidor, si realmente los elementos desprendidos de la tarifa fueran realmente opcionales, y el usuario en general pudiera viajar también sin pagar dichos conceptos.

Pero el abuso, en mi modo de ver las cosas, está en que muchos de los elementos ahora opcionales son realmente obligatorios, algunos para la totalidad de los pasajeros, y otros (la mayoría) para un número estadísticamente importante de ellos.

De esta manera, los propulsores de este concepto han conseguido algo, en mi opinión, bastante notable, y es el hecho de aparentar tarifas de vuelos bajas, pero aumentar la recaudación final, como si las tarifas de los mismos fueran mucho más altas.

El éxito del concepto radica en que el pasajero compra observando la tarifa reducida que aparece en los buscadores de Internet, en la publicidad o en los sitios web de las propias aerolíneas o agencias de viajes, no estando visibles hasta el momento de efectuar el pago o incluso después de haber materializado la compra, el resto de cargos que tienen que abonarse, y cuya suma puedes ser hasta varias veces superior al monto de la tarifa anunciado.

Ayer, como usted seguramente ya habrá leído en la prensa, la Agencia Catalana de Consumo ha sancionado con un total de casi 150.000 euros a las aerolíneas Vueling, Ryanair, easyJet y Transavia Airlines por haber vulnerado los derechos de los pasajeros.

Además de las multas, el organismo ha impuesto a algunas aerolíneas la restitución a los consumidores afectados de las cantidades que su juicio han sido indebidamente percibidas por las mismas.

Ryanair y easyJet han sido multadas por cobrar un recargo al efectuar el pago el cliente con tarjeta de crédito, sin tener habilitado ningún medio alternativo para pagar sin incurrir en este recargo.

El organismo catalán explica que no solamente se estaba cobrando al consumidor el monto que la aerolínea tiene que pagar al proveedor por hacer uso del sistema de cobro con tarjeta, sino que se cobraba una cantidad superior, lo que indica claramente lo que le comentaba: que los conceptos “opcionales” son un mecanismo muy útil, por su escasa visibilidad, para encarecer el precio del billete.

Otras irregularidades consisten en tener activada por defecto la casilla de contratación de un seguro de viaje, cuando este concepto no es obligatorio, lo que hace que el cliente tenga que desactivarla o adquirirá este producto si inadvertidamente no se de cuenta de hacerlo.

Pienso que en el futuro, el mecanismo del desglose de tarifa que ahora se aplica a los vuelos para mostrar artificialmente precios más baratos, que finalmente no lo son, tenderá a sofisticarse más, eliminando los aumentos por conceptos burdos como los que han motivado la sanción de la ACC.

La gran fijación que muchos consumidores de vuelos tienen por el precio y las ofertas, les hace vulnerables a este tipo de prácticas, que tienen como fin último que el consumidor pague un vuelo caro creyendo que ha comprado un vuelo barato, debido al mecanismo de ocultación del precio de los servicios supuestamente opcionales.

No conviene olvidar que estas actividades complementarias ya suponen una importante fuente de ingresos para las aerolíneas de bajo costo, que podría incluso en el futuro superar a los propios ingresos de la actividad principal.

Hasta tal punto se ha demostrado rentable esta actividad auxiliar que las compañías tradicionales se han adherido rápidamente al sistema, y la mayoría de ellas ya lo están aplicando adaptado a sus necesidades.

El pasajero es la parte perdedora de esta historia, ya que a su cargo queda averiguar cuanto pagará al final por su vuelo, pues sólo se da a conocer una parte del mismo: la delgada y esbelta tarifa.

Para evaluar el resto de los gastos del vuelo, cada cual deberá apañarse por su cuenta.

¡Ah!, creo que acabo de ver una promoción de vuelos a 5 euros... ¡pero, mejor se lo cuento luego!

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