martes, 23 de noviembre de 2010

El precio que ve es el precio que paga



Desde que las compañías aéreas aplicaron el desglose de tarifas separando servicios incluidos en el vuelo para comercializarlos aparte, es difícil saber lo que uno tendrá que gastarse para volar al destino elegido.

Hay cargos que se ocultan sistemáticamente hasta que el cliente haya completado la mayor parte del formulario de reserva, es decir, hasta el mismo paso de confirmación de la compra o, lo que aún es peor, hasta que ya la ha confirmado y pagado.

Las aerolíneas parece que sustentan la tesis de que lo importante es que sus clientes piensen que pueden comprar vuelos baratos, así que la tarifa anunciada debe ser lo más baja posible para que pasajero la asocie con el costo de su vuelo, aunque los ingresos para la compañía tendrán que ser luego mucho mayores por cada pasajero que lo recaudado por la tarifa.

Así, como usted ya sabe, algunos cargos supuestamente opcionales, como es el hecho de pagar por medio de la tarjeta de crédito, soportan una parte de lo deducido, ya que lo que cargan al pasajero es un importe muy superior a lo que la aerolínea tendrá que que abonar al emisor del documento de crédito.

Otros pasos de la reserva, como el “check-in online”, son también objeto de un recargo por parte de algunas aerolíneas de bajo costo, recargo que es mucho mayor si se hace en el propio aeropuerto.

Estos y otros recargos, en los que la mayoría de los usuarios tiene que incurrir, son presentados como conceptos independientes de la tarifa para poder salvaguardar un importe mínimo de la misma, como imagen del precio del vuelo.

De esta forma, aunque finalmente la mayor parte de los pasajeros terminará pagando, por ejemplo, 60 euros por un vuelo que compró por 20 euros señalados en la tarifa, el pasajero puede pensar aún que reservó su vuelo por 20 euros, aunque luego tuvo algunos gastos más por diversos conceptos.

Los ingresos por estos conceptos auxiliares son ya una parte muy importante de los ingresos totales facturados por las aerolíneas, y han contribuido de manera decisiva a los beneficios que algunas “low cost” han declarado últimamente.

Además, quienes no han seguido esta norma, o lo han hecho de forma más distendida, no han conseguido transmitir de una manera clara la imagen de que sus vuelos son los más baratos del mercado.

Sin embargo, esta agresividad comercial tiene su contrapartida, y es el reguero de clientes insatisfechos, emocionalmente irrecuperables en el futuro para compañía que practique estos métodos, al sentirse engañados, por lo que no está del todo claro si esta actitud comercial será positiva también en el largo plazo.

Si echamos un vistazo a las redes sociales nos sorprenderemos de la enorme cantidad de críticas e improperios vertidos contra algunas de estas compañías de bajo coste por el mal servicio prestado.

Quizá, como decía hace unos días, algunas ya han considerado el posible mal resultado que el abuso comercial puede tener en sus economías en años futuros y se plantean cómo reconducir racionalmente la situación sin que se vean mermados su ingresos, y sin dejar de presentar una tarifa atractiva para los usuarios.

Mi opinión es que en éste, como en muchos otros aspectos de la vida, la exageración y el abuso pasará factura a largo plazo (o a no tan largo) a las compañías practicantes de sistemas de venta engañosos o poco claros.

Y es que el pasajero se merece saber desde el principio de la reserva de su vuelo cuanto le va a costar éste, y cuáles y a qué precio serán los productos verdaderamente opcionales que podrá adquirir mientras reserva o posteriormente para mejorar su experiencia de volar.

Cuando el cliente esté realizando su reserva en línea, el precio que vea al empezar a efectuarla deberá ser el que pagará en el paso final, sin ofender su inteligencia con absurdos pretextos como el de que hasta que no se complete el proceso de compra el vendedor no sabe qué gastos de gestión tendrán que ser aplicados, como si los mismos dependiesen del nombre que escriba el pasajero o del teléfono de contacto que dé.

Mi recomendación es que si ven que se están ocultado gastos en el proceso de reserva de su vuelo con un proveedor determinado abandonen la misma y busquen otras opciones, pues a veces las hay, y pueden ser mejores que la que se estaba intentando.

Al reservar hay que liberarse a priori de cualquier clase de ideas preconcebidas acerca de las aerolíneas que son más caras o más baratas y usar un sistema previo de búsqueda y análisis de precio para averiguar qué aerolínea nos proporcionará a mejor precio el vuelo que buscamos.

Tenga en cuenta que las aerolíneas tratan por todos los medios publicitarios a su alcance de que los compradores se dirijan directamente a su sitio web para reservar, sin mirar previamente en buscadores, otras aerolíneas o en agencias de viajes, a fin de evitar comparaciones que les harían perder clientes al encontrar mejores precios en otros vendedores.

Pero, sobre todo, fíjese si el precio inicial de su vuelo es el que finalmente pagará.

Algunas aerolíneas que no usan masivamente el sistema de desglose de tarifas han iniciado campañas para hacer llegar la idea de “el precio que ve es el precio que paga” a sus clientes.

Así, British Airways ha dispuesto en su página web un calculador de precio para que puedan compararse sus precios con los de easyJet y Ryanair, luego de aplicar los recargos correspondientes en diversas situaciones de compra.

No olvide que el mundo del precio de los vuelos es definitivamente un mundo en el que nada es lo que parece.

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