miércoles, 8 de diciembre de 2010

Los controladores aéreos y su loca huída hacia adelante



En esta primera semana de diciembre se ha dado uno de los puentes festivos más importantes de España, ya que aúna la festividad de la Concepción con la de la Constitución.

Así que estos días festivos son aprovechados por muchas personas para viajar a sus lugares preferidos de vacaciones.

Pero en esta ocasión se ha presentado un obstáculo insalvable para muchos de ellos que empleaban el avión para sus desplazamientos: los controladores aéreos.

Y es que este viernes una rara indisposición afectó de golpe a la casi totalidad del colectivo, lo que les impidió acudir a sus centros de trabajo, así que el espacio aéreo español hubo de ser cerrado y todos los vuelos suspendidos.

En mi opinión, pienso que la súbita enfermedad de casi todos los controladores a la vez fue debida a una “decretitis”, que es una enfermedad muy incapacitante que se produce cuando un trabajador resulta expuesto a un decreto del Gobierno que recorta sus derechos laborales.

Los síntomas de esta enfermedad son malestar general, ansiedad, temblores, desorientación y depresión con crisis de llanto, y ya, más raramente, sudor frío, taquicardia, vista borrosa, dolores de cabeza e incapacidad para mantener la atención.

Como usted se habrá dado cuenta estos son los síntomas que los controladores nos dicen que están experimentando desde el momento en que el decreto del Gobierno les fue comunicado, por lo cual me permito colegir que, aunque no soy doctor en medicina, todos ellos sufrieron esta indisposición tras conocer la noticia.

Una controladora decía a un medio televisivo que había sido obligada a efectuar su trabajo a punta de pistola después de que el Gobierno decretase el Estado de Alarma, ante la gravedad del bloqueo aéreo en que se veía sumido el país.

Al observar su entrevista, con voz entrecortada y a punto de romper a llorar, me di cuenta de que al decir que estaba siendo apuntada por una pistola para conminarla a hacer su trabajo, no mentía, como nos dijo luego el ministro, sino que había sufrido alucinaciones, un síntoma que también debe producir esta enfermedad, ya que es impensable que nadie en su sano juicio piense que esta situación pueda darse en la realidad.

En estas condiciones es obvio que no podían seguir ejerciendo sus funciones sin poner en peligro la integridad de los aviones que controlan.

Ahora bien, si hablamos con seriedad, la capacidad para soportar el estrés ¿no es una de la cualidades indispensables para ser controlador del tráfico aéreo?

Entonces, ¿cómo es posible que no les produzca estrés manejar situaciones de las cuales depende la vida de muchas personas y, en cambio, un decreto moderando las pretensiones laborales del colectivo les produzca un estrés insoportable?

Una de dos: o estamos ante profesionales que no están realmente preparados para llevar a cabo sus funciones o nos encontramos ante un ejercicio de cinismo impresionante.

Los controladores aéreos cobran abultados salarios, muchos de ellos por encima de la media que dio a conocer el ministro de Fomento, José Blanco, de 330.000 euros brutos anuales, todo ello conseguido, al forzar la reducción de la oferta ante una demanda creciente.

Los propios sindicatos, que ahora se disculpan ante la opinión pública por los daños ocasionados a los pasajeros que vieron echarse a perder sus vacaciones en este puente, son los mismos que han maniobrado para mantener reducida la oferta a fin de que los salarios se mantuvieran en términos exorbitantes.

Si mantenían medio cerrado el grifo de la oferta mientras la demanda crecía se forzaba la falta de personal para atender las tareas, y por la limitación legal de las horas de trabajo anuales se tenían que programar grandes cantidades de horas extras ante el regocijo de los trabajadores que deberían hacerlas y que cobraban a precio de oro, por lo que hacían cola literalmente para ver cuántas horas extra les correspondían en el reparto.

USCA, el principal sindicato de los controladores, y su portavoz, César Cabo, a quien sigo en su cuenta de Twitter, nos ha repetido hasta la saciedad que la culpa de la “mala” situación de los controladores ha sido de AENA y sus ineptos dirigentes, incluídos el ministro de Fomento, señor Blanco, por no disponer de suficientes profesionales para hacer el trabajo, y parece ser que, al menos en las redes sociales, algunos han creído que esto era así.

Evidentemente, no se necesita ser muy listo para conocer que mientras la cúpula de los controladores pedía más trabajadores para salir de la “agobiante” situación de exceso de trabajo en que se encontraban, lo que realmente querían y por lo que estaban maniobrando era por seguir restringiendo el acceso de nuevos controladores para poder continuar gozando de los elevadísimos salarios y privilegios que disfrutan.

Ahora bien, no creamos que la totalidad de los controladores estaban de acuerdo con esa política del sindicato, de apretar las tuercas al Estado para gozar cada vez de mayores prebendas y elevadísimas retribuciones.

Y es que, a diferencia de la cúpula sindical, que como ahora se demuestra es algo cortita de luces, veían que se estaba generando un sistema insostenible, y que terminaría estallando con grave perjuicio para todos.

Estos controladores, mucho más inteligentes que la cúpula sindical, sabían que la avaricia rompe el saco, y algunos así lo han manifestado a sus compañeros para que cesasen en el chantaje al Estado para mantener y aumentar sus privilegios, pero la poco astuta dirigencia sindical ha desestimado siempre estas recomendaciones.

Ahora el colectivo de controladores está abocado a la autodestrucción por la avaricia y la falta de inteligencia del sindicato, cosa que sucede siempre cuando alguien se cree imprescindible pero no lo es: en estos casos todo es cuestión de tiempo.

No me merecen ninguna credibilidad aquellos que dicen que la otra parte tiene toda la culpa y ellos ninguna, vamos que los controladores aéreos según se pintan son una ONG luchando por recaudar fondos para alimentar a los niños desnutridos que hay en el mundo.

Gran cantidad de personas trabajan muchas más horas al año que las que dicen trabajar los controladores aéreos por mucho menos y no se quejan, ni perjudican a nadie con reacciones airadas, muchas de ellas con unos estudios y nivel de responsabilidad mucho mayor que el de los controladores.

Seamos serios, los derechos de 600.000 personas afectadas por la medida de presión no pueden depender de la ocurrencia de unos pocos que defienden privilegios que otros colegas suyos, en otros paises de Europa, no tienen ocasión de disfrutar.

Y es que una cosa son los derechos esenciales y otra los privilegios que exceden a la comparación con otros profesionales en países desarrollados.

En las redes sociales las críticas vertidas hacia los controladores con toda clase de groseros insultos e improperios ha sido brutal: no había visto antes una campaña igual contra un colectivo de profesionales.

No soy partidario en absoluto de insultar a los controladores aéreos ni a ninguna otra persona o entidad, pero estas actuaciones nos dan idea del enfado y la crispación social que su medida de abandonar el trabajo sin previo aviso ha despertado en la sociedad, tras el desprecio mostrado hacia el perjuicio ocasionado a muchas personas que no tienen nada que ver con sus asuntos laborales.

Finalmente, una idea se impone: el servicio prestado por este colectivo de profesionales es caro y de escasa calidad, y eso ha de mejorarse.

El servicio deberá privatizarse, como ya ocurre en otros aeropuertos del mundo cuyas instalaciones ofrecen servicios de una calidad muy superior a la de los aeropuertos españoles, y a un coste menor: es decir, son mucho más competitivos y eficaces.

A mí, como ciudadano, me interesa que la relación calidad-precio de los servicios aeroportuarios y de la navegación aérea sea la mejor posible, ya que no hay que olvidar que somos los ciudadanos y los viajeros los que pagamos el sueldo a estos trabajadores.

La actitud de confrontación y descalificaciones que los controladores aéreos han llevado con el gestor de los aeropuertos me parece totalmente inadecuada y carente de beneficios, especialmente para los controladores y así lo he dicho hace tiempo, e incluso lo he comentado con César Cabo.

Pero siempre ha mostrado su obsesión por culpar a AENA y al señor Blanco de todos sus males por todos los medios a su alcance, con constantes descalificaciones hacia la labor de la empresa.

Y ahora, el sindicato de controladores se encuentra en una huída hacia adelante que no conduce a ningún sitio, ya que el resultado final es inexorablemente el mismo, como ya se sabía hace mucho tiempo.

La estrategia de confrontación, descalificaciones, insultos y fuerza bruta era la peor posible de todas ellas.

Ahora, con la sociedad y el Gobierno en su contra, poco les queda por hacer ya que las sanciones empezarán a caer sobre ellos, los despidos afectarán a algunos, las reclamaciones de responsabilidad, las indemnizaciones a los afectados, quizá hasta la cárcel, para llegar al mismo resultado: privatización de la gestión y aumento de la calidad y productividad del servicio a un menor costo.

Y es que al parecer, los controladores de la cúpula sindical tienen buenas habilidades para separar los aviones en el aire, pero para negociar los mejores resultados para sus afiliados están un poco verdes.

Esperemos que estas próximas vacaciones de Navidad y Año Nuevo los usuarios no se vean afectados otra vez y el Gobierno se mantenga firme para evitar nuevos perjuicios a los pasajeros.

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