lunes, 29 de agosto de 2011

Las rutas que se pierden en invierno



Está claro, y por eso es un obviedad decirlo, que las personas viajan más en la temporada de verano, por lo que la demanda de vuelos es significativamente mayor que en la de invierno.

Teniendo en cuenta esto, parece normal que las aerolíneas que sirven vuelos en muchos de los aeropuertos regionales de España, copados en su mayoría por las denominadas “low cost”, eliminen algunas rutas, con objeto de mantener su equilibrio financiero, desprendiéndose de las poco rentables.

Esto, a lo visto, causa una notable reacción en los políticos regionales o locales, que en modo alguno quieren que sus aeropuertos pierdan conexiones y frecuencias, ni incluso, supongo yo, aunque los aviones vuelen con los pocos viajeros de negocios y turistas que, fuera de los periodos vacacionales, tienen la suerte de poder viajar a un destino de descanso.

Parece que muchos creen que manteniendo las conexiones en verano y en invierno llegarán muchos más turistas en cualquier época del año, lo que librará a muchos destinos de la temida estacionalización de la actividad turística.

En principio, en parte esto es así, y sería una buena idea que habría que apoyar, pero la realidad se impone, y con aviones en el aire o no, hay épocas del año en las que el número de viajeros a ciertos destinos no consolidados disminuye.

Si la demanda fuese suficiente para mantener la rentabilidad comparada de una ruta, ni la aerolínea dejaría de operarla en valles de demanda ni seguramente las autoridades tendrían que subvencionarla en forma de contratos publicitarios.

Hay que tener en cuenta que las aerolíneas solo prestan un servicio, no hacen un destino, y, que yo sepa, no son entes caritativos orientados al bienestar social, sino que, como toda empresa, tiene que actuar del modo que mejor y más fácilmente obtenga rendimiento de sus inversiones.

En España, muchas de las aerolíneas ya han advertido que recortarán la oferta durante los próximos meses, centrándose en las rutas más rentables, y desestimando aquellas que no alcancen un mínimo rendimiento.

Air Berlín ha anunciado recientemente que reducirá la oferta en un millón de plazas, dejando en tierra 8 aviones, para reducir gastos y salir del negro pozo de las pérdidas en las que está sumida desde hace casi cuatro años.

Otras, como Vueling, que también está en pérdidas, hacen lo mismo, retirándose de las rutas que no les permiten obtener rentabilidad, como la que viene sirviendo desde el aeropuerto Central de Ciudad Real, algunas rutas en Galicia y otros destinos.

Incluso, Ryanair, líder en transporte de pasajeros “low cost”, anunció hace tiempo que pensaba reducir la oferta, ya que de no hacerlo podría perder en el futuro la confortable situación de beneficios de la que aún goza.

Aunque el precio del petróleo se ha moderado últimamente, éste todavía es un lastre para que las compañías aéreas puedan ofrecer más rutas en un entorno altamente competitivo y todavía obtener la estabilidad de los beneficios.

Los responsables de los aeropuertos regionales, si desean mantener en invierno muchas de las conexiones que existen en la actual temporada de verano, tendrán que echar mano del talonario para garantizar que pervivan rutas regionales poco solicitadas, aunque en el difícil panorama económico de la actualidad y sus perspectivas futuras nada halagüeñas, no puede decirse que ésta sea la mejor solución.

Nadie duda que para cualquier aeropuerto al servicio de los ciudadanos, lo mejor es disponer del mayor número de rutas y de frecuencias posible, pero la cuestión es cuánto cuesta, si podremos pagarlo y qué rentabilidad obtendremos de ello.

Y es que al final, la realidad siempre se impone cuando los políticos quieren disponer, a su mayor gloria, de aeropuertos (aunque sea sin aviones, –Dios proveerá–) y más rutas permanentes aunque sea –casi– sin pasajeros (quizá el milagro llegue del cielo, roguemos).

Eso sí, si el dinero despilfarrado en subsidios e instalaciones que solo a pocos benefician fuese de los políticos, nada habría que objetar, pero parece que los paganos de estos manejos son siempre los mismos: aquéllos para los que aparentemente se ofrecen mejores instalaciones y condiciones para viajar en avión.

Lástima que, como los vuelos a 9,99 euros, todo sea una sutil apariencia: los beneficiados no son quienes lo parecen.

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